Solo un pensamiento...


Las palabras dichas son llevadas por el viento y olvidadas la mayoría de las veces, pero las escritas no conocen de tiempo, son perennes. En honor a ellas; algunos de mis trabajos. 





martes, 12 de abril de 2011

Desde cárcel de Ramo Verde habla el diputado José Sánchez "Mazuco"



“Estamos en un país bizarro donde los delincuentes 
están libres y los hombres honestos presos”

Asegura que más temprano que tarde ocupará el puesto que le corresponde en la AN, “allí representaré a mi pueblo zuliano por 5 años, luego me reelegiré 5 años más y posteriormente pensaré en qué haré”.


Daniel Murolo 
La Región / La Voz 
Mazuco no está sólo en el calabozo número cuatro del quinto piso de la cárcel de Ramo Verde. “La Chinita siempre está conmigo”, aclara el diputado de la Asamblea Nacional (AN) mientras señala la imagen de María de Chiquinquirá que cuelga en una de las paredes de la celda. 

Dos camas, televisor, una mesa plástica, pesas y un closet de cemento que hace las veces de despensa y biblioteca dominan el espacio, que antes de su llegada albergó a los llamados “paracachitos colombianos” durante su “estadía” en la cárcel militar. 

“Esto no era así”, aclara Mazuco mientras nos ofrece jugo e invita a sentarnos. Las paredes estaban pintadas de negro y rojo -recuerda-, colores preferidos de los paramilitares. “Este piso en general aún tenía vestigios del incendio ocurrido durante un viejo motín”. No había pocetas, sino letrinas. No había agua. 

“Mandé a comprar una poceta, lavamanos, bombillos, cables y pintura. Me puse a reconstruir la celda”, comenta. La mejoría es evidente. El color blanco de la paredes hacen lucir el espacio más amplio de lo que realmente es. “Aquí llevo más tres años, no sé cuanto tiempo más permaneceré aquí, pero lo que sí puedo asegurar es que 19 años no voy a estar preso”, sentencia. 

 El 23 de diciembre, luego de tres días de audiencia de juicio José “Mazuco” Sánchez,  fue sentenciado a 19 años de prisión por la jueza séptima, Fabiola Vezga. Califica esos días como “duros”, “estaba desde las 4:00 am hasta las 11:00 pm en el tribunal, aislado, sin alimentos, no podía hablar ni con mi esposa, perdí 8 kilos (...) la jueza en un acto de maldad quiso dictarme sentencia el 21 de diciembre, día del cumpleaños de mi hijo, pero me negué, pedí un día más”, recuerda. “Estamos en un país bizarro, donde los delincuentes están libres y los hombres honestos presos”. 

Aclara que fue condenado con testimonios falsos de un “encapuchado” y un “extorsionador” que presentó credenciales falsas de la Asamblea Nacional. “El Gobierno está ensañado conmigo por tres razones: ser el diputado más votado del Zulia y el cuarto a nivel nacional, ser mano derecha de Manuel Rosales y porque nunca han podido ganar ni ganarán en mi tierra”. 

No pierde la fe de que en las próximas semanas obtendrá la libertad y podrá instalarse en la Asamblea Nacional. “El Gobierno está quedando muy mal tanto a nivel nacional como internacional al violar la Constitución, desconociendo la voluntad popular de los 100 mil ciudadanos que votaron por mi, cuando ellos siempre han dicho que la voluntad del pueblo se respeta”, destacó, agregando que organizaciones internacionales como la ONU y la OEA están “asombrados” con su caso. 

Reseñó que envió una carta al Presidente del Parlamento Nacional, Luis Fernando Soto Rojas, pidiéndole se pronuncie en cuanto a su incorporación, “hasta la fecha no he recibido respuesta de ningún tipo”.

“La gente sabe quien es Mazuco”
Asegura que pese a que el Gobierno Nacional ha utilizado la red nacional de medios públicos para “satanizarlo” y presentarlo ante la sociedad como un terrorista, asesino y hasta violador, “el Zulia, Venezuela y el mundo sabe quien es Mazuco, basta con revisar -estudios de opinión para ver el respaldo con el que cuento en mi tierra”. 

“Mazuco: un delincuente electo diputado en Zulia”, es uno de los miles de titulares que desde septiembre, mes en el que fue electo como parlamentario, lanzan a diario medios oficiales, encabezados por el canal del Estado, VTV. 

“Es una falsa del gobierno, la gente confía plenamente en mi, a través de Venezolana de Televisión, canal con muy poca credibilidad, quieren pintar lo que no soy”. Se define como un hombre “sereno, pacífico, equilibrado, que no le gusta rivalizar”, de hecho en su cuenta de Twitter -12.500 seguidores- “jamás leerán un insulto contra el Presidente”, por el contrario utiliza esa red social para dar tips a la ciudadanía para evitar ser secuestrados. 

Asegura que más temprano que tarde ocupará el puesto que le corresponde en la AN, “allí representaré a mi pueblo zuliano por 5 años, luego me reelegiré 5 años más y posteriormente pensaré en qué haré”, agrega que una de las razones por las que fue “devuelto” a la cárcel fue “porque mi nombre sonaba mucho para alcalde de Maracaibo y lograron anularme metiéndome preso”. 

La entrevista es interrumpida por el sargento Julio Rodríguez, quien desde la puerta pide permiso para ingresar a la celda; le trae una empanada a Mazuco. “Este es uno de los Policías Metropolitanos condenado de forma injusta a 30 años de prisión”, nos aclara. Casi todos los reclusos en Ramo Verde son militares, menos los de la PM encausados por lo ocurrido el 11 de abril de 2002. Todos comparten el piso 5. 

“Elecciones este año” 
En cuanto al debate nacional por la fecha en la que deben realizarse las primarias, en las que la oposición deberá elegir a quien enfrentará a Chávez en 2012, Mazuco pidió a la Mesa de Unidad Democrática (MUD) “escuchar el clamor del pueblo”. 

“Hay muchas estudios de opinión circulando, en todos la población pide que se hagan este año”, reseñó, al tiempo que todo los pre candidatos “tienen excelentes credenciales, no tengo duda que el seleccionado será el próximo Presidente de Venezuela (...) la situación obliga a un cambio, inseguridad, odio, violencia, expropiaciones, apagones e inflación, el país está convulsionado, todos los gremios, incluido los oficialistas, están alzados. 

Calificó como positivo el debate que se viene dando en el seno de los partidos políticos en torno a la fecha, pues recordó que es “lógico que haya mucha ansiedad, ambición política”. 

Escribiendo tras la rejas
Dos libros escribe actualmente el diputado, uno sobre seguridad pública, una de sus especialidades, pues tiene 24 años en la administración pública y múltiples reconocimientos, y otro sobre la experiencia que le ha tocado vivir tanto en Ramo Verde como los pocos días que permaneció en libertad junto a su familia antes que le revocaran la medida. 

“Cuando estaba en libertad me propuse terminarlos y publicarlos en marzo, pero ahora voy a esperar porque las condiciones no se prestan para escribir acá en la cárcel”. Ya tiene dos libros publicados, en 2003 sacó “Tips Para Prevenir el Delito”, el cual cuenta ya con 9 ediciones y posteriormente “Manual Contra el Secuestro de Personas” el cual lleva 10 ediciones en Maracaibo. 

Ilustracción: Fernando Pinilla 

martes, 5 de abril de 2011

Hogar, hospital, albergue y escuela por más de medio siglo en Los Teques

En la mansión de Doña Dionisia 
se hospedó la tristeza y la esperanza

La casona albergó no sólo a parientes del General Gómez, fue sede de un puesto de socorro donde eran atendidos algunos tuberculosos, asilo fundado por una mujer menuda y apretada, a quien llamaban por sus votos religiosos, la madre María de San José.

Daniel Murolo
La Región  
Al difundirse la noticia de que había muerto el Benemérito, la gente enfurecida saqueó en todas partes las casas gomeras, entre la que se encontraba la quinta de Doña Dionisia, una mansión ubicada al lado del Puente Castro, que fue arrasada y despojada de los muebles, pinturas y enseres que no pudieron salvar sus habitantes. 

“Sólo quedó el cascarón”, recuerda César Gedler, profesor de la UPEL y autor del libro Tren sin Retorno -próximo a ser bautizado-; “hasta las puertas y ventanas fueron arrancadas por los que buscaban saciar su anhelo de justicia en un país que tenía casi treinta años gobernado por una sola voz”. 

Tras la euforia, fue reconstruida  para convertirla en la casa de “La Sopa”, un comedero de caridad, atendido por un grupo de señoras a quienes llamaban cariñosamente “Las Samaritanas”. “Se trataba de un plato de sopa con un patraquee de fororo y un pedazo de pan, que les servía a los menesterosos para aminorar el hambre y el frío”, recuerda Gedler.

Pocos recuerdan las características de la casa de Doña Dionisia. Era una estructura amplia de dos plantas en forma semi circular, buscando el estilo arquitectónico norteamericano del tiempo de Abraham Lincoln, Presidente que, según los tequeños de la época, aparecía de tarde por la oscuridad que producían las enredaderas que abundaban en la casona.       

Como casi todas las casas en ese tiempo -recuerda el escritor-, las pintaban de blanco con rejas negras y ventanales marrones, paredes con alto arabescos en relieve y pisos de lapislázuli y mármol; pero a diferencias de otras mansiones tequeñas, la casa gomera tenía sembradas muchas trinitarias en la entrada principal después del patio anterior que daba a la calle. 

Un lugar de tristeza y esperanza
Gedler, quien se desempeñó por varios años como coordinador de la extensión cultural del Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio, mantiene fresca en su memoria la historia de esta particular mansión. “Antes de 1900, Doña Dionisia había llegado de los Andes, de donde la trajo el general Gómez con todos sus hijos para vivir en Caracas, cuando se instauró el poder andino en Venezuela, pero la enfermedad de uno de ellos obligó más tarde a la matrona y al enfermo a vivir en Los Teques, con la esperanza de verlo repuesto del mal pulmonar”. 

Por esa razón -agrega el autor de Tren sin Retorno- escogieron aquella casa con una pagoda cerca de la entrada, en medio de los jardines exteriores, para vivir el tiempo que necesitaran hasta una recuperación que nunca llegó.  

- Pero no fue la última vez que en aquel caserón se vio entrar la enfermedad y la pobreza, como un destino marcado, porque más tarde sirvió de sede a la Cruz Roja, un puesto de socorro parecido a un hospital a donde llegaban también algunos tuberculosos, pero con más recursos que los albergados pobremente en el Padre Cabrera, un asilo fundado por una mujer menuda y apretada, a quien llamaban por sus votos religiosos, la madre María de San José. 

Gedler recuerda como antes que se disipara la neblina, cada domingo llegaba en el tren puntualmente con un ramo de flores en la mano y un broche en la solapa, el prometido de una mujer joven y bella que estaba hospitalizada con el mal de la época. 

- Cuando salía un poco el sol mañanero, se sentaban en aquella pagoda a contarse menudencias y aunque la tos que ella intentaba disimular manifestaba cada vez menos señales de recuperación, hasta el día en que ella murió el prometido le cantó para alegrarla y la hizo soñar con las promesas de una vida compartida entre los dos, en la que serían dichosos para siempre. 

Recuerda que entró por primera vez a aquel lugar de “tristeza y esperanza” cuando en la antigua casa de Doña Dionisia empezó a funcionar el colegio Padre Machado y el director alquilaba la piscina los domingos a los muchachos del sector. 

- Me parecía un verdadero regalo poder pasar todo un día saltando desde aquel trampolín haciendo competencia con mis amigos a ver quien se tiraba el mejor clavado. Pero fue en las noches siguientes al terremoto de Julio que dormí con mi familia y otra gente en unas colchonetas que pusieron en el piso y en los patios de la mansión, por miedo a que si volvía a temblar nos cayera encima el techo de la casa donde vivíamos. 

La rabia ciega
A los pocos años llegó lo que Gedler denomina “la rabia ciega” que se apoderó del Los Teques y fue destruyendo cada lugar que mostrara algún indicio con la tradición. “Ya la voracidad insaciable había acabado con la mansión de la Hoyada donde el tractorista encontró un tesoro y la casa de las monjas al lado del banco Miranda, y de la Estación de tren en la Bermúdez, no quedaba ningún rastro de los rieles, sino una avenida con una isla en el centro y algunos edificios de cada lado. 

- Después le tocó a la estancia de Doña Dionisia.  Los camiones se llevaban los escombros donde aquel enamorado había llorado la muerte de su prometida, y el comedor en el que se habían alimentado los pobres de solemnidad, y los salones donde una vez estuvieron las pinturas de artistas reconocidos. Apenas quedaron alrededor de la explanada donde estuvo la Cruz Roja algunos sauces que se fueron secando, y la mirada de los constructores en el quiosco de Mario, al frente, y al que también le pusieron la mano después que construyeron las dos torres del Tamarí, donde atendían las Samaritanas.