Solo un pensamiento...


Las palabras dichas son llevadas por el viento y olvidadas la mayoría de las veces, pero las escritas no conocen de tiempo, son perennes. En honor a ellas; algunos de mis trabajos. 





miércoles, 4 de julio de 2012

Actriz venezolana, Elizabeth Morales:


“Por mi paz mental 
y la de mis hijos 
viajé 5.604 kilómetros”

A pesar de mantenerse en la cresta de la popularidad en la tv, Elizabeth Morales decide junto a su familia dar un cambio radical en su vida y residenciarse desde 2004 en Canarias, huyendo del principal problema de los venezolanos: la inseguridad.


Daniel Murolo 
Edición 46 Aniversario La Voz
El día llegó. Un profundo sentimiento de abandono la embargó, comenzó a llorar sin parar, sólo recuerda que cuando el avión despegó volteó a ver a su esposo, quien viajaba a su lado sosteniéndole la mano, “yo no sé de qué nos estamos salvando, pero nos salvamos”, le dijo.

Han pasado 8 años. A diferencia de muchas otras actrices, Elizabeth Morales no se fue del país en busca de su internacionalización, mucho menos huyendo de la fama generada por su trabajo en 17 telenovelas y un importante número de películas. “Me vine a Canarias por mis hijos, escapando de la inseguridad”.

Elizabeth se negaba a tener que educar a sus hijos tomando como base la prevención ante el alto indice de inseguridad, pues vivía en Caracas, la cuarta ciudad más violenta del mundo. “Cosas tan tontas como ir en el carro y armarle un lío a mis niños como si estuvieran cometiendo un gran pecado porque habían bajado la ventanilla o ir aterrada a llevar a mi hija al colegio, que quedaba a dos cuadras, porque habían secuestrado a un niño en la zona, era demasiado para mi”.

- Todo eso nos fue llevando a tomar la decisión de venirnos a otro país, donde no tuvieran que crecer mis hijos con tanto miedo, además rechazaba tener que educarlos con la convicción de que era algo normal, que creo ese es el problema en Venezuela, que cuando nos acostumbramos a que hay que vivir de esa forma llegamos a creernos que es normal.

Hoy día vive junto a su esposo, el también actor José Zambrano, en Santa Cruz de Tenerife, España. No ha vuelto desde entonces a Venezuela, pero asegura que sigue de cerca los acontecimientos que ocurren en su patria. 

“Yo me vine muy agobiada y obstinada, en un momento cuando no sólo el problema era la inseguridad, sino que todos los días habían protestas en Caracas, cierre de calles, las llamadas guarimbas, estaba muy saturada, lo hice por mi estabilidad emocional y la de mis hijos”, recuerda.

Morales, quien logró el reconocimiento como actriz en Latinoamérica por su actuación en Amor de Papel (coproducción con Antena 3 España),  Peligrosa y Ángel Rebelde (realizada en Miami), recuerda claramente cual fue el detonante para tomar la decisión de dejarlo todo.

Un día al llegar a su residencia se encontró con una amarga sorpresa: sujetos habían ingresado tras forzar la cerradura cargando con todas sus pertenencias. “Es horrible sentir que violaron tu intimidad, ver tu ropa interior en el piso y saber que alguien la manoseó, ver las pisadas (...) no sólo el vivir eso, es saber que esos delincuentes vieron como vivías, cuantos hijos tenías, sino que los pocos ahorros que teníamos entonces los tuvimos que gastar cerrando la casa como una jaula”.

Inmigrante privilegiada
Asegura que el proceso de adaptación fue fácil. “Me vine a un sitio donde ya tenía familia viviendo, para rematar muchos de mis grandes amigos de Venezuela ya se habían venido a vivir para acá, eso facilitó mucho el proceso”.

“Yo no me creía una diva en Venezuela, nunca, lo que sí me creía era que había nacido para ser actriz, para trabajar en teatro y cine el resto de mi vida, yo estaba canalizada que esa sería mi vida hasta que muriera; pero qué descubro al salir de mi país, pues que yo sí era capaz de vivir de otra cosa y no lo sabía, pensé que me iba a pegar, pero no fue así”. 

En Canarias a Elizabeth le ha tocado hacer de todo, “cosas que en Venezuela jamás imaginé que podía hacer: trabajar como asesor de seguros, vendiendo lineas tenefónicas, tuve un local donde sacaba fotocopias, enviaba fax, productos de regalos y hasta agente inmobiliario”, enumera entre risas.

En cuanto a su mundo, el de la actuación y el espectáculo, recuerda que al llegar a España lo primero que hizo fue tocar puerta en los canales locales. “Hice casting, pero cuando fui conociendo como era el medio aquí, supe que era imposible pretender vivir de eso, tengo una familia y debo trabajar en lo que sea, y lejos de molestarme o pegarme, me gustó. Al principio fue como una aventura, ya no lo es, es parte de mi vida”.

Trabajó como productora y presentadora en  Millenium MX, formando parte de un novedoso concepto en radio “Confidencias en un baño de damas”, para luego liderar el magazine matutino Buen Día durante dos años. Es cuando le llega la oportunidad de subirse nuevamente a un escenario

- Lo que hago como actriz acá es casi por hobby, hasta el momento he presentando dos obras “Monólogo con Ovarios” escrita por la venezolana Indira Páez y “Adictos” una pieza de José Enrique Padrón que muestra de forma cruda la realidad del consumo de droga entre los jóvenes.

En cuanto a regresar a su país, asegura que hasta el momento no se lo ha planteado. “No cambio la paz que acá tengo por nada, además sería muy difícil para mis hijos, cómo decirles que no pueden ir a una plaza a pasear con sus amigos hasta tarde porque es peligroso. Pero no digo que no, porque cuando yo estaba en Venezuela y veía a mis amigos que se venían para acá, yo decía que ni loca lo hacia y aquí estoy”.

Sin embargo asegura que añora la forma de ser de la juventud venezolana, “quizás no tiene la libertad de salir solos por la inseguridad, pero tienen otras cosas como la crianza y cultura que me gusta y tanto extraño”.

Porque mi salud está primero
Elizabeth no sólo tuvo que sacrificar su fama por el bienestar de su familia, sino también privarse de alguna de las cosas que más amaba hacer y degustar en su Venezuela. “Si me preguntas qué es lo que más extraño, te diría el olor del mar, porque aunque vivo en una isla (Tenerife, archipielago canario) acá no huele como en Venezuela (...) yo recurdo bajar hacia La Guaira y estando aún lejos de la costa bajar la ventanilla del carro y decir: que rico, huele a salitre a mar, aquí no”.

Recuerda igualmente la bahia de Cata, lugar donde desde niña -asegura- pasó todas sus vacaciones y luego de casada Higuerote y a la isla La Tortuga. “El platano, como lo extraño, aquí no lo hay,  me he acostumbrado a freir el cambur, porque para nosotros (los venezolanos) es un contorno casi obligado, a veces se consigue ya picado y cogelado, yo feliz como una limbruiz, me sabe a gloria”.   

Actor y escritor venezolano Leonardo Abreu


“El estrés de las colas me
hizo huir de Venezuela”

Estando en España, el también guionista comprendió que la vida es una sola como para perderla esperando, bien sea dentro de un automotor, en un supermercado o para tomar un autobús

Daniel Murolo 
Edición 46 aniversario La Voz 
El exilio económico y político que provocó la dictadura fascista del general Franco (1936-1975) obligó a la familia Abreu a cruzar el Atlántico hacia el nuevo continente. Llegaron a Venezuela procedentes de las Islas Canarias en la década del 60, acá encontraron paz y tierra fértil, echaron raíces, conformaron una familia.

“Quién iba a imaginar que después de tantos años sus hijos repetirían la historia, regresarían a Canarias”, reseña Leonardo, uno de los dos hijos que la familia Abreu crió y educó en Venezuela, “me regrese a España buscando exactamente lo mismo que mis padres hace 40 años: calidad de vida”.

Leo, actor y guionista de telenovelas, cumple ya 4 años viviendo en Tenerife. “Me vine buscando un poco de calidad de vida y es lo que he encontrado, no es que Venezuela no me guste, extraño muchísimas cosas, pero por mi salud mental y hasta física tuve que venirme, mis padres siguen allá, en Caracas”.

Asegura que vivir “haciendo cola” no es vida, “uno entiende que pueda haber congestión en las calles de Caracas de lunes a viernes, porque son días laborales, por la misma dinámica de la ciudad, pero cuando es sábado o domingo y la cosa no cambia, es demasiado”, reseña.

“Colas para todo, para ir al banco, para ir al cine, para tomarte un café, para entrar al cine, al teatro, sientes que la vida se te va en las colas”, reseña Abreu, quien vive en la actualidad en Cuesta de La Villa, La Orotava, una pequeña ciudad a los pies del Atlántico y a espaldas del volcán Teide, ubicada a 30 minutos de la capital Santa Cruz de Tenerife.

Pero más allá del tiempo que se pierde al esperar en fila, agrega que el problema de fondo es lo que esto genera en el comportamiento de las personas. “Ni hablar de todo lo que se ve en una cola, siempre está el más vivo, el que reclama, las amenazas, la violencia, es un circulo vicioso que estresa, que desgasta física y mentalmente”.

“Acá toca guapear y tratar de que la melancolía no te haga malas jugadas”, agrega el joven actor, tras recordar como extraña los cachitos y subir cada domingo el cerro Ávila “de donde se puede escuchar la ciudad, es algo mágico”.

A diferencia de otros venezolanos erradicados en España, Leonardo visita su país cada vez que puede. “Todo sigue igual, fui a Venezuela en diciembre, el problema no es político, es de idiosincracia, es social, lamentablemente y allí entra la inseguridad, ya no eres tan libre como lo eras antes y cada año que pasa uno es menos libre, lo triste es que la gente se está adaptando, cuando sales al exterior te das cuanta que vivir así, no es vivir”.

- Pasa como a los cubanos que nunca han vivido en democracia, mientras no salgan de la isla ellos están contentos, el problema es cuando pueden comparar, me pasó muchas veces cuando iba de vacaciones a determinado sitio y volvía, decía: por qué no podemos cambiar, intentas ser el ciudadano estrella pero te traga la realidad, terminas comportándote como  el resto.

Asegura que por esa razón aumentó la emigración de venezolanos. “Hubo una ola impresionante desde el 2000 que emigraron, recuerdo que cada vez que el Presidente daba una cadena, las colas frente al consulado eran impresionantes, no sé como será ahora, ahora en cualquier parte del mundo hay un venezolano”.

Leonardo le debe a Venezuela lo que es, eso lo tiene claro. “Desde hace 11 años escribo guiones para tv, pero comencé como actor, haciendo comerciales de televisión”, agrega, tras enumerar las producciones en las que trabajó: “Muñeca de Trapo, luego Trapos Íntimos en RCTV, en la que interpretaba un personaje muy interesante, la novela tuvo que ser recortada porque fue la época del paro, el ataque contra los medios por lo que se tuvo que reducir los exteriores y con ello se redujo el guión”.

- Luego estuve en Miami haciendo La Caribeña, una telenovela para una televisora local de Miami, eso me ayudó a entrar a la escuela de Alberto Gómez, que es un gran dramaturgo del género rosa y es a lo que me dedico ahora, hago guiones para telenovelas y radio novelas en México. Recientemente estuve dialogando para la novela Natalia del Mar.

En la actualidad trabaja en una obra de teatro en la que actuará junto a la actriz Elizabeth Morales bajo la producción de Arnaldo Tejera, todos venezolanos. “Trata el tema de la separación, una pareja del tercer piso que se hicieron novios muy jóvenes, él piensa que ella lo engaña con otro y ella que él la engaña con otro, a través de una terapia se desarrolla una trama divertida con pinceladas de realidad, pero siempre utilizando la realidad”. La misma será estrenada en Canarias en septiembre.

En cuanto a la posibilidad de volver a su país, Leonardo es enfático al decir que por razones de trabajo iría sin pensarlo mucho, a vivir de nuevo, no se lo ha planteado. “Uno no debe decir de esta agua no beberé, el ejemplo son mis padres, ellos en un momento se fueron a Venezuela porque aquí no se podía vivir, no por el tema de la inseguridad, sino por el económico, el Bolívar  entonces valía mucho más que la peseta, quien iba a decir que sus hijos se iban a regresar porque iba a ocurrir lo mismo en Venezuela, quien sabe, la vida es cíclica, quizás me toque regresar de nuevo.



Porque mi salud esta primera
Leo no sólo dejó en Venezuela una carrera como actor, sino también a grandes amigos y lo más importante su familia. Cree que el sacrifico vale la pena, tomando en cuenta el estrés al que estaba sometido debido al caos y la inseguridad que reina en la capital de la República. Aclara que cada vez que puede toma un avión y regresa a su tierra, donde disfruta de las playas cálidas y de la alegría que caracteriza a los venezolanos.

lunes, 2 de julio de 2012

La historia de dos imágenes con una intrigante similitud

28 de marzo de 1993. Kilómetro 57 de la ARC

Dos tragedias inmortalizadas 
a través de un click
Daniel Murolo 
Diario La Región
Entre ambas hay casi dos décadas de diferencia. Tomadas por testigos presenciales de hechos aislados ocurridos en tiempos y puntos geográficos distantes, guardan entre si una intrigante similitud. Fernán y Deysi lograron captar para la historia en imagen la desolación dejada por dos emblemáticas tragedias.

Una en blanco y negro, la otra a full color. En ambas el protagonista es un autobús convertido en amasijo de hierro sobre un pavimento agrietado por el intenso calor de las llamas, socorristas consternados por lo ocurrido le otorgan el “elemento humano” y en primer plano, el cuerpo de una de las tantas víctimas de la tragedia.

La primera fue tomada el 28 de septiembre de 1993 a la altura del kilómetro 57  en la Autopista Regional del Centro; Fernan Hernández fue el primer reportero gráfico en llegar al lugar, ubicado muy cerca de Las Tejerías, población aragüeña.

29 de diciembre de 2011. Kilómetro 04 de la Panamericana

El hecho ocurrió a las 7:45 a.m, hora de mayor tráfico en dirección a la ciudad de Caracas. Una excavadora de la empresa española Abengoa que hacía trabajos para la instalación de un cable de fibra óptica en un lateral de la autopista perforó el gasoducto de la sociedad Corpoven, filial de la estatal Petróleos de Venezuela. La explosión, con una onda expansiva de 200 metros, fue inmediata.

La bola de fuego envolvió los vehículos que en cola avanzaban lentamente producto de los trabajos. Aunque más de una docena de carros resultaron calcinados, Hernández, reportero gráfico, centró su atención en el autobús.

“Habían muchos cadáveres -cerca de 50 personas murieron calcinadas- diseminados en los cuatro canales de la ARC, pero ver aquella unidad colectiva quemada completamente, parcialmente destruida por las intensas llamas, era desolador; esa instantánea resumía la magnitud de la tragedia”, recuerda Hernández.

“El calor era tan intenso que las suelas de mis zapatos se derretían”, recuerda el reportero; “la enorme llamarada de fuego se podía observar desde varios kilómetros de distancia, era algo subreal”.

El relato de Fernan es dramáticamente similar al de Deysi Peña, quien casi 20 años después, el 29 de diciembre de 2011, presenció y registró para la historia una gráfica similar.

A diferencia de lo ocurrido en la ARC, en el kilómetro 4 la Panamericana  se desató el infierno luego de que el conductor de una gandola cargada con combustible perdió el control y se encunetó derramando la gasolina. En cuestión de segundos un auténtico río de fuego consumió varios vehículos, entre los que se encontraba una unidad colectiva.

“Aunque lo primero que vi al llegar fue la gandola aún en llamas, mi atención, al igual que la de todos los que allí estábamos, era el autobús, pues hasta ese momento desconocíamos cuantas personas habían dentro”, recordó.

Aquella tarde Peña hizo cerca de un centenar de fotos de lo ocurrido; “sin embargo al momento de tomarla supe que esa era la que estaba buscando”. La misma no sólo fue publicada en el diario La Región, sino también en primera página de La Verdad (Zulia) y reproducida en varias paginas web nacionales e internacionales.

 
“Varios días después fue que un compañero de trabajo me comentó la similitud de mi imagen con la famosa foto del autobús calcinado en `La Tragedia de  Tejerías´, fue cuando la busque y la vi”, recuerda.

Más allá del hecho curioso en el parecido de ambas gráficas, Hernández y Peña destacan que queda claro una vez más el poder de la imagen. “No importan los años que pasen, cuando una foto habla por sí sola queda grabada en la memoria de una sociedad, inmortalizando el momento”, sentenció Peña.

Fotos: Fernán Hernández (1993) - Deysi Peña (2011)