Solo un pensamiento...


Las palabras dichas son llevadas por el viento y olvidadas la mayoría de las veces, pero las escritas no conocen de tiempo, son perennes. En honor a ellas; algunos de mis trabajos. 





miércoles, 30 de marzo de 2011

Familia “vivió una verdadera pesadilla” durante estadía de Afiuni en el INOF




Vigilada por 17 GN y “amordazada” pasa 
sus días la jueza Afiuni en su residencia 

“Quiero que el país sepa que no vamos a permitir que el juez Ali Fabricio Paredes, juzgue a la doctora María Lourdes Afiuni. No nos vamos a prestar a un circo. Queremos un juez imparcial cuando el Ejecutivo lo decida", dijo  abogado defensor

Daniel Murolo 
La Región / La Voz 
La jueza María Lourdes Afiuni no puede hablar. No se trata de una secuela de la intervención quirúrgica a la que fue sometida en enero, por el contrario, se recupera satisfactoriamente en su residencia, en la que permanece luego que le fuera concedida la medida de casa por cárcel; la mordaza, le fue impuesto por su juez.   

Un mural con la frase: "Jueza Afiuni, Honestidad y Valor" pintado por los vecinos, así como cerca de una docena de cartelitos con el Tricolor Nacional colgados en las ventanas y balcones, son señal de que se está frente a las residencias en la vive la jueza, ubicadas en la urbanización El Cigarral del municipio El Hatillo.

A primera vista no parece haber mayor seguridad. Sin embargo, basta con ingresar al complejo de edificios para notar la presencia militar, en total, 17 guardias nacionales vigilan que Afiuni, recién operada, no se “fugue” a través de una ventana.  

Una “alcabala” ubicada a escasos metros de la puerta de su apartamento, justo frente al ascensor, obliga al visitante a identificarse. Dos funcionarios dispuestos en una mesa con computadora, nos piden nuestra cédulas de identidad, datos que anotan minuciosamente en un libro de registro. “¿Amigos o familiares?”, pregunta el efectivo castrense varias veces al día a quien desee entrar. 

Si bien la medida cautelar le permite permanecer en su casa y no en el Instituto Nacional de Orientación Femenina (INOF), existen limitaciones para las visitas de terceras personas. “Se permitirá el acceso de las visitas todos los días, incluyendo sábado y domingo, pero, no se permitirá el acceso a más de 5 personas a la residencia”, destaca.

“No puede comentarle a la prensa ni siquiera el estado del tiempo”, alerta la madre Elina Mora de Afiuni, quien en compañía de María Lourdes nos recibe en la puerta del apartamento. Lejos de lo que se pudiera pensar, la residencia de los Afiuni, donde reside la jueza desde hace varios años, junto a su hija y sus padres, es el típico hogar de una familia clase media caraqueña: comodidad sin lujos.

Junto a un ventanal, desde el que cuelga uno de los muchos carteles con los colores patrios en el que destaca en letras blancas la palabra “Afiuni”, se ubica en un cómodo sofá, mientras que su madre nos recuerda -una vez más- que la medida concedida por el Tribunal 26 de Juicio, tiene algunas restricciones, las más importante “no declarar”.

A la jueza -destaca la medida -  “le está estrictamente prohibido rendir declaración ante los medios de comunicación nacionales e internacionales, como lo son: medios impresos, radiofónicos y televisivos”. 

A otros presos políticos, como Felipe Rodríguez, Silvio Mérida y Otto Gebauer, sus jueces les impusieron el mismo “cerrojo”, se les impide hablar  específicamente de la causa que se les sigue,. Sin embargo, en el caso de María Lourdes y quizás con el objetivo de impedir que continúe utilizando su cuenta en Twitter -con más de 68 mil seguidores o “Wilson” como ella los llama- para denunciar atropellos se le prohibió hablar “de cualquier cosa”. 

“Estamos felices de tenerla en casa (...) durante el tiempo que estuvo recluida en la cárcel de Los Teques la familia vivió una verdadera pesadilla”, indica Elina. Aclara que aunque siempre supo que su hija era una mujer fuerte e íntegra, nunca imaginó que tendría el temple para, por ejemplo, defenderse “a puño limpio” con otras internas para resguardar su espacio dentro del reclusorio. 

“Ahora, tras varias semanas acá en casa, es que María Lourdes puede dormir tranquila. Los primeros días lo hacía con la luz encendida, pues en el INOF tenía reflectores potentes que iluminaban toda la noche su celda (...) se despertaba sobresaltada si uno entraba a su cuarto”, narró.  

Reseña que los 17 efectivos que custodian el apartamento las 24 horas del día, así como los más de 30 que toman la zona cada vez que la jueza es trasladada a tribunales o al hospital, se han “portado muy bien” con la familia en todo momento. 

Como dato curioso, el Centro Penitenciario de Aragua, mejor conocido como Tocorón con más de 3.500 reclusos es custodiado sólo por 50 funcionarios, mientras que a la jueza la “vigilan” las 24 horas, 17 uniformados. 

En lineas generales -agrega- los vecinos del edificio, una torre con más de 15 pisos, han apoyado la causa, tanto así que el gimnasio de la residencia fue transformado en el centro de operaciones de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB). Varias duchas, literas, un baño, así como una cocina domina el espacio que hasta diciembre era utilizado por la comunidad para ejercitarse. 

“La detención de María Lourdes en el INOF no sólo unió mucho más a la familia, sino que ahora tenemos nuevos amigos, el apoyo de los vecinos así como el de miles de venezolanos y especialmente los medios de comunicación social nos ha dado mucha fuerza para seguir adelante”, narró. 

Tanto la familia como María Lourdes tienen fe que la “pesadilla” terminará en corto plazo. Mientras tanto la jueza, quien lleva 16 meses en prisión, permanece en su residencia obedeciendo la orden que la obliga a no declarar ante la prensa y que le impide a nuestros lectores, por ahora, conocer las vivencias de la juez durante su estadía en el INOF.



Afiuni no irá a juicio con un juez parcializado
José Amalio Graterol, abogado Afiuni, reiteró que su defendida se mantiene firme en la decisión de no someterse a un proceso con el juez Alí Paredes, debido a la inclinación política que tiene el mismo.

Para mañana 31 de marzo está previsto que se inicie la audiencia de juicio oral y público que se lleva en contra de la juez. La defensa dejó claro que la imputada acudirá a todas las presentaciones que sean necesarias pero que “no irá a juicio con un juez parcializado que escribe para el PSUV”.

"Si bien es cierto que la magistrada va a cumplir con la medida de presentarse ante los Tribunales para registrarse, no va a asistir al juicio oral y público. Quiero que el país sepa que no vamos a permitir que el juez Ali Fabricio Paredes, juzgue a la doctora María Lourdes Afiuni. No nos vamos a prestar a un circo. Queremos un juez imparcial cuando el Ejecutivo lo decida", dijo.

Fotos: Fernando Pinilla

martes, 29 de marzo de 2011

¡Ha muerto el Tirano! ¡Terminó la dictadura!


El día en el que los tequeños desataron 
su furia contra las casas gomeras


Daniel Murolo 
La Región 
“Todo empezó a gestarse desde los primeros días de diciembre. Los rumores entraban y salían de las casas con la precaución del perseguido. En poca gente se podía confiar. Todo estaba revuelto y los espías se pasaban de un bando a otro sin saber a qué atenerse”, recuerda el escritor y profesor del la UPEl, César Gedler, cuando habla de los días que precedieron “el saqueo” de las casas gomeras. 

Poca gente tenía teléfono. El telégrafo no era confiable. En las mañanas los hombres salían a buscar información en los periódicos, en el mercado, en las plazas, a través de amigos con radios clandestinas, en los brujos y hasta en el semblante de los militares que caminaban por las aceras rumbo al cuartel. 

A mediados de mes ya no se soportaba la tensión. “Ya se hablaba con mayor descaro: ¿murió el hombre? Se sabe que sí, pero no lo quieren decir. Tengo un primo sargento en Caracas y no lo dejaron salir esta semana. La cosa está fea. Hace días que no se sabe nada del Indio Tarazona y eso da qué pensar. La mayoría de las casas gomeras están vacías. Se llevaron a las mujeres y a los niños”, relata Gedler.

¡El Bagre está muerto!
El martes 18 soltaron la noticia desde temprano por la prensa y por la radio: “El Benemérito General Juan Vicente Gómez, Benefactor de la Patria, falleció anoche un poco antes de las 12. El país esta de duelo”. Como una ola de maremoto comenzó a crecer la noticia. Primero con duda y desconfianza, después con miedo y alegría confundidos; por último con euforia espasmódica cuando la gente empezó a coger la calle y a gritar con todas sus fuerzas: ¡ha muerto el Tirano! ¡El Bagre está muerto! ¡Terminó la dictadura!. 

Gedler, autor de los libros “El Coplero de Guareguare” y “Rito de palabras”, recuerda como los presos empezaron a salir de los calabozos con los ojos y la piel enferma y el cabello blanco por la falta de sol. “Unos arrastraban la pierna derecha como si todavía llevaran los grilletes con las bolas atadas. Otros sonreían mostrando las encías sin dentadura, algunos se escondían de la gente como si los fueran a rechazar como en otros tiempos y los más sanos denunciaban las torturas que les habían hecho y pedían la muerte para los esbirros, mientras los familiares de los encarcelados buscaban a sus parientes entre la multitud con rostros de angustia y alegría”.

- Una mujer que vendía empanadas en el mercado cerca de la plaza fue quien lanzó el primer grito de saqueo: ¡Mueran los gomeros! ¡Quememos sus casas! ¡viva la libertad! La multitud celebró entusiasmada. De la plaza cruzaron el Puente y entraron en la quinta de Doña Dionisia redoblando su odio. Primero rompieron las ventanas y las puertas con palos y machetes y enseguida se lanzaron sobre los cuadros que colgaban en las paredes con monturas arabescas, traídos de otros países o encargados a pintores famosos; sobre los teléfonos con bocinas de oro, los aguamaniles de porcelana china, la vitrola traída en Vapor, los espejos biselados y los percheros con sombreros de copa y sombrillas de seda.

Una vez empezado, nadie pudo contener el saqueo. Tampoco era la intensión. El Ministro de Guerra y Marina heredero del trono, había dado la orden. “Calma y cordura” “Que el pueblo haga justicia, pero que no los toquen”. La turba se fue multiplicando y bajaron a la quinta Gómez, muy cerca del colegio María Auxiliadora. La misma voz de ataque y muera. La misma respuesta de la multitud contra la mansión. 

- Algunos repetían que los estudiantes habían llegado desde Caracas y eso los animaba. Las monjas del colegio rezaban el rosario de un lado a otro del pasillo con la mirada inclinada. Nadie las veía. Nadie las tocaba. Adentro, las familias gomeras también rezaban escondidas en los sótanos.    

Todo era botín -recuerda Gedler en su libro Tren sin Retorno-. “Lo que no podía llevarse se destruía, para que no quedara nada de aquel gobierno. Por las calles se veían enseres dejados por quienes no podían con el peso del arrase. En algunas partes se levantaba el humo de lo que nadie quiso. El vino y el ron de las mejores cosechas se lo repartían y derramaban encima con lujuria sin terminar las botellas. La guardia miraba discreta, sin palabras, sin movimientos bruscos, sin levantar el máuser”. 

- Los curas mandaron a tocar las campañas mientras le echaban doble tranca a las puertas. Unos en señal de alegría, otros en signo de molestia. Todos en nombre de Dios. Nadie hacía otra cosa. Los que no saqueaban miraban incrédulos un espectáculo nunca visto. La mujer que vendía empanadas no cargó con nada. Le era suficiente con arengar a los hombres y mujeres a consumar la venganza por las humillaciones, robos, maltratos, encarcelamientos, exilios y muertes que aquella gente encopetada les había hecho. Era la mensajera de la justicia y la vengadora del dolor. 

Por la tarde solamente quedaban los escombros y ruinas, de un mundo que había sido y ya no era, y un silencio mortal en los que habían caído. Las enormes casonas gomeras cayeron entonces en el olvido, el tiempo y la indiferencia de las autoridades hicieron de estas estructuras -ricas en historia- cascarones vacíos posteriormente derribados para dar paso a las avenidas de Los Teques que, hoy día, lucen congestionadas a toda hora. 
Gracias a personas como el profesor César Gedler, que han dedicado parte de su vida al rescate de la historia local, acontecimientos como “El Saqueo”, o el pasado de estructuras centenarias como Villa Teola o la casa de Doña Dionisia, son plasmados en libros que pasaran de generación en generación. Pero son los habitantes de la capital mirandina quienes deben exigir a sus autoridades el rescate de lo poco que queda de estas estructuras. 


jueves, 24 de marzo de 2011

El ánima de una mujer en pena espanta a los petareños



El “Espanto de Petare” recorre sus 
calles desde la época de la Colonia


Daniel Murolo 
La Región 
Cuando un caraqueño piensa en Petare, usualmente se imagina el tránsito, el gentio y los buhoneros de la Redoma. Muy pocos conocen que a pocos pasos de allí, casi que refugiado en su colina, se halla el Casco Colonial. Con casi 400 años de historia, esta población fundada en 1627 guarda entre sus estrechas calles algo más que edificaciones centenarias. 

Propios y extraños narran historias que se han convertido con los años en leyenda urbana. Aunque se desarrollan en diferentes puntos de Petare, tienen una sola protagonista: una mujer blanca, alta, de larga y oscura cabellera, que recorre durante las noches las calles. 

Una “Carrerita” al pasado
Alberto Cuevas, taxista caraqueño con más de 10 años en la actividad, cuenta que una noche al pasar frente al Museo de Arte Popular “Bárbaro Rivas”, lo detiene una bella mujer. “El día estaba frío y lluvioso, sin embargo la pasajera llevaba puesto un hermoso vestido corto de color gris”. Ella le pide que la deje pocas cuadras más adelante, “frente a una casa de color amarillo que se ubica poco antes de llegar a la entrada principal del cementerio local”.

Cuevas al recibir el dinero por la “carrerita”, siente que la mano de la mujer está helada. Preocupado porque en esos instantes llueve y hace frío, le ofrece su chaqueta, la cual ella acepta muy agradecida. “No recuerdo exactamente lo que dijo, sólo voltió a mirarme y tomo la chaqueta entre sus brazos... sus ojos negros me impactaron mucho”. 

Recuerda que la mujer le indicó que podía ir a recogerla a Las Flores 1245, donde al día siguiente se encontraría. “El día señalado, fui a buscar la chaqueta... eran cerca de las 6:30 de la tarde, deambulaba por las calles cercanas donde recogí a la dama el día anterior, buscando la dirección que me entregó”.

Cuevas se encuentra con un transeúnte, al cual le consulta por la mencionada dirección, le contesta que esa calle existe, pero que está en el cementerio. “Me intrigó lo que me dijo el vecino, pero no por ello me asuste, porque podía ser perfectamente la veladora del cementerio o la esposa de alguno de los vigilantes”, entró al camposanto, comenzó a caminar buscando, hasta que finalmente dio con la calle y la numeración.

“No se trataba de la garita de seguridad del camposanto, se trataba de una tumba marcada con el número 1245, sobre ella estaba mi chaqueta”, recuerda Alberto. Al retirarla, su impresión fue aún mayor: en la lápida estaba la foto de la difunta, la misma joven que el día anterior había llevado en mi taxi. La fecha de muerte: 10 de marzo de 1997, “pleno verano, por ello sería que no iba vestida acorde para aquella lluviosa tarde de invierno en Caracas”.

Para el infiel 
Aunque la experiencia de Alberto es de data reciente, hay otras historias que, aunque ocurrieron hace algunas décadas se mantienen “frescas” entre los habitantes de Petare, gracias a que han pasado de generación en generación. 

Josefina Nieves, con 75 años de edad, recuerda perfectamente la historia que cuando tenía 10 años narraba su abuela. “Una noche Don Jaime se escapó para encontrarse con su amante, en medio del camino se sorprendió al ver que la mujer venía a su encuentro, aunque le extrañaba su caminar tambaleante, corrió detrás de ella, pero al llegar a su casa la mujer siguió de largo”. 

Desconcertado, narra Nieves, Jaime le dijo: pero bueno, ¿qué pasa, para donde vas?. “Cuando volteó, se encontró con una mujer blanca con cara de muerte, dientes afilados y enormes uñas como garras. Espantado por la visión, emprendió la huida desesperado hacia su casa, mientras el ánima lo seguía”.

- Logró escapar y al llegar a su vivienda, ubicada adyacente a lo que es hoy el Teatro César Rengifo, se encontró con su suegra despierta, quien al verlo tan agitado le preguntó que le ocurría... aunque él le aseguró que había salido un momentico a orinar, su suegra siempre supo lo que realmente la había ocurrido: se había topado con el “Espanto de Petare” por ser infiel.

Desde la conquista
Nieves asegura que son miles las historias locales que tienen por protagonista el espanto de una mujer. “Siempre son las mismas características: alta, joven, cabellera oscura, rostro que oculta en la oscuridad... lo único que cambia es la vestimenta y el lugar del pueblo en el que fue vista”. 

Recuerda que su abuela siempre les narraba los cuentos que su bisabuela echaba de Petare. “Del mercado a la plaza, de la Iglesia ´Dulce Nombre de Jesus´ a la casa de Doña Carmen, los primeros habitantes de la zona se recogían antes del toque de queda de medianoche”. 

Tras la conquista, los moradores de esa época aseguraba que con el campanazo de las doce, una mujer vestida de blanco, se aproximaba por el oeste en medio de la ligera neblina que en invierno suele cubrir la zona. 

“Iba de una calle a otra, sin seguir un patrón específico, pero siempre con rumbo a la Plaza Mayor. Allí se arrodillaba y besaba el suelo. Unos aseguran que flotaba; otros, que no tenía rostro. Son pocos los que la vieron, sin embargo. La mayoría, han escuchado su quejido lastimero. Y con éste, han tenido suficiente”.

Estas leyendas, que durante los últimos tres siglos han sido narradas entre los petareños, forman ya parte de la historia de este pedazo de Caracas que fue fundado en 1621 como “pueblo de Doctrina de Indios”, con el objetivo de evitar el maltrato de los aborígenes por parte de los encomenderos.

Los cuentos sobre espantos forman parte de nuestra literatura oral, pasando de generación en generación y causando las mismas impresiones que alguna vez tuvieron nuestros ancestros. Son muchos los que narran historias asombrosas y espeluznantes como las que aquí se han desarrollado.

Y aunque muchos aseguran que la mujer que ha sido vista en el Casco Colonial del municipio Sucre no es más que “La Sayona”, un relato originario de los llanos que data de la época colonial, los que se han topado de frente con ella son enfáticos al reseñar que se trata del “Espanto de Petare”. 

lunes, 21 de marzo de 2011

Una docena de momias habitaron la “sultana de Caracas”


Doctor Knoche: El Frankenstein de El Ávila 


Ese hermoso pulmón vegetal que adorna la costa del Litoral Central, guarda numerosas historias de castillos y científicos poco conocidas por la mayoría, pero con un rico valor patrimonial; entre estas destaca la del médico Knoche, nacido en el siglo XIX, que inventó un milagroso líquido embalsamador con el que momificó docenas de cuerpos, incluyendo el propio


Daniel Murolo 
La Región
La acción del Ávila partió en dos la historia del litoral central en diciembre de 1999, pero quiso la naturaleza que la furia de la montaña no tocara, para nada, los espacios donde, en plena serranía, vivió y tuvo su sitio de trabajo el médico alemán Gottfried Knoche, quien se dedicó, además de atender a sus pacientes en forma gratuita, a estudiar el proceso de la momificación y practicarlo. 

De la hacienda “Buena Vista”, hoy en día, sólo quedan las ruinas, como consecuencia del paso del tiempo, el olvido y el frecuente “trabajo” de vándalos y estudiantes de medicina y química que andan tras la “famosa y milagrosa fórmula”, aún desconocida, que permitía momificar los cuerpos sin quitar ni una sola de las vísceras.

El misterio del Ávila
Gottfried Knoche nació en 1813 en Halberstadt, Alemania. En 1837 se graduó de médico cirujano en la Universidad de Friburgo. En 1840 llega a La Guaira por invitación de la numerosa colonia alemana residente en el Litoral Central. Una vez asentado, trae a su esposa. Ejerce como doctor en esa ciudad y se gana la fama de persona caritativa, al atender a pacientes pobres sin cobrarles.



En 1845 recibe la revalidación de su título, por parte de la Universidad Central de Venezuela. Fue co-fundador del Hospital San Juan de Dios durante el gobierno del general Juan Crisóstomo Falcón, convirtiéndose posteriormente en director de este centro de salud entre 1854 y 1856.

Amante de la naturaleza, durante sus primeros tiempos en La Guaira, Knoche solía hacer largas excursiones a caballo hasta las montañas de Galipán. La perspectiva fascinante que ofrece el Litoral desde lo alto del Picacho, y su fresco clima debieron ejercer en él fuerte atracción. Quizá fue así como nació su idea de adquirir un terreno en la zona con el fin de pasar en ella los fines de semana. Más tarde, con el pretexto de que a su esposa no le “prestaba” el calor de La Guaira, se mudó definitivamente a El Ávila.

Se dispuso entonces a edificar una casa como las de la “Selva Negra”, con material que fue transportado desde La Guaira a lomo de mulas. Eduardo Rooswaag, quien visitaba “Buena Vista” a mediados del mismo año 1925 junto con un grupo de excursionistas, hizo una interesante descripción de las hermosas plantaciones que rodeaban la casa: “naranjos en flor, toronjas, aguacates, tamarindos y una variedad de catleyas en su invernadero, rosas y claveles... Hacia la parte posterior tenía el doctor Knoche su laboratorio de experimentación, muy ventilado y espacioso”.



Y es precisamente en ese lugar donde reactiva sus experimentos con un líquido momificador de su invención que había ensayado ya con algunos animales. Al morir su esposa, el médico alemán considera que ha llegado el momento de probarlo en seres humanos y le inyecta el líquido en la yugular, lo cual impide que el cadáver entre en descomposición. 

Dentro del mausoleo, Knoche construyó seis criptas o sarcófagos de mármol y vidrio, donde fue colocando a los habitantes de la casa que iban falleciendo. Los cuerpos de su esposa, su hija, su yerno, la enfermera Amalia Weissmann y el propio doctor Knoche permanecieron allí varios años.

El guardián 
En uno de sus frecuentes viajes a La Guaira tuvo noticias del fallecimiento de José Pérez en el hospital, antiguo soldado de la guerra federal, cuyo cadáver no fue reclamado. Por la noche, el médico alemán lo montó en una mula, trasladándolo cuesta arriba hacia su casa, donde lo sometió al tratamiento momificador. Contrariamente a lo que se suponía, en lugar de dejarlo al lado de su difunta esposa, le puso un raído uniforme y tras colocarle un viejo fusil, lo fijó a la entrada de la casa a fin de que “inspirara respeto”.

Pero así como se hablaba de esos personajes anónimos, Knoche tuvo también “clientes” de renombre: el expresidente venezolano Francisco Linares Alcántara y Tomás Lander, personaje célebre de la Caracas del siglo XIX y fundador junto con Antonio Leocadio Guzmán del periódico liberalista El Venezolano. 

Sus familiares conocieron a través de un amigo las virtudes del misterioso líquido embalsamador de Knoche y solicitaron al médico que momificara el cuerpo. Una vez concluido el proceso -con el cuerpo ya vestido y maquillado por sus deudos- sentaron a Lander en un escritorio a la entrada de la casa, situada en la esquina de La Pedrera. Allí estuvo casi 40 años, hasta que el gobierno de la época exigió a los descendientes del difunto inhumar a su momia, la cual fue sepultada en el Cementerio General del Sur.



El famoso médico murió en su finca de El Ávila el 2 de enero de 1901. Para la llegada de su propia muerte, Knoche había previsto que fuese la enfermera Amalia Weissmann la encargada de suministrarle el suero momificador, dosis que dejó preparada.

Se llevó el secreto
Atraídos por la leyenda, buscadores de oro cavaron infinidad de hoyos, destruyendo completamente la casa. Algunas de las paredes exteriores, los marcos de las puertas de la entrada principal, la caballeriza, un tanque, el laboratorio y el horno de la cocina son los últimos vestigios de la misteriosa posesión de El Ávila.

El vandalismo debió florecer al morir la última persona, que fue el ama de llaves. En aquella tétrica mansión vivía aún, rodeada de muertos, la señora Amalia Weissmann. En julio de 1926, poco antes de expirar, llamó al cónsul alemán, quien subió acompañado por el señor Carlos Henrique Reverón y, tras escuchar de la anciana el secreto de aquella mansión, le pidió que, como último deseo, tomasen posesión de la casa y sus restos fuesen incinerados y arrojadas las cenizas al mar.

Historia o leyenda
Entre las muchas historias que rondan la leyenda del doctor Gottfried Knoche destaca el caso del cadáver que se negó a ser momificado. Los testimonios que cuentan el suceso revelan que era usual que los cuerpos de los muertos no reclamados en la morgue del hospital San Juan de Dios eran llevados a lomo de burros y mulas hasta la hacienda del conocido médico.

En una ocasión, un occiso era llevado cerro arriba por los arrieros; en un tropiezo de las bestias, el cuerpo se soltó de las amarras y se desprendió por un farallón. Por más que buscaron, el cadáver no fue encontrado nunca.

Otra historia refiere que el médico no sólo embalsamaba a los humanos; aplicaba su fórmula “milagrosa” para disecar a sus mascotas y preservarlas a la vista.

Igualmente, la leyenda cuenta del caso de una persona que fue a visitar la casona después de clausurada y se tomó lo que pensaba era una bebida alcohólica; como consecuencia de su imprudencia quedó petrificado.

Tiempo después, ese cuerpo fue confundido como uno de los trabajos póstumos del alemán. Verdaderas o falsas, estas historias ya forman parte del imaginario litoralense.

Datos curiosos:
* La palabra alemana Knochen significa ‘hueso’.
* El doctor Knoche y las ruinas son también conocidas como “Canoche”.
* Según la investigación realizada por los sociólogos venezolanos Andrés Eloy Sánchez y Alessandra Occhino, las hermanas Josefina y Amalia Weissmann tenían apenas 10 y 2 años de edad, respectivamente, cuando llegaron a La Guaira, lo cual hace imposible que fuesen ya enfermeras o que hubiesen trabajado en Alemania con el doctor Knoche, como se ha afirmado erróneamente.
* Según el historiador Guillermo José Schael, Gottfried Knoche era primo de Amalia Weissmann. Cabe suponer que también lo era de Josefina.
* El desaparecido Hospital San Juan de Dios de La Guaira estaba ubicado junto a la Catedral San Pedro Apóstol.

viernes, 18 de marzo de 2011

El patrimonio arqueológico es visitado por propios y extraños


Parque “Taima-Taima”: un manantial 
falconiano que abre una ventana al pasado 


Daniel Murolo 
La Región 
Descansa confiado entre el lecho de rocas que bordea el manantial. Sabe que ese es el único lugar de la zona con agua fresca, por lo que en cualquier momento llegará su presa sedienta. La espera valió la pena, el silencio de la sabana se interrumpe por el sonido que produce el pesado andar de un mastodonte. 

La lucha no es fácil. Armado con un arco y una flecha el cazador se enfrenta contra un animal que con tan sólo 5 años de edad, mide más de dos metros y pesa cerca de una tonelada. El miedo se conjuga con la seguridad de que la presa se convertirá en la comida de la tribu por próximas semanas; lo que termina en una certera herida mortal. 

Esta escena ocurrida durante el Pleistoceno -época geológica que comienza hace 2,59 millones de años y finaliza hace 12 mil años- no ocurrió en Siberia, África o Rusia, sino aquí, en Venezuela, hace 13 mil 500 años en lo que ha sido registrado como el primer sitio de cacería de mastodontes reportado en el mundo, ubicado en Taima-Taima, estado Falcón.


La quebrada, ubicada en la carretera nacional Morón-Coro, aproximadamente a 20 minutos de la ciudad de Santa Ana de Coro, es un manantial de aguas salobres que adquirió importancia científica luego que los arqueólogos José María Cruxent y José Royo realizaron en 1961 algunas excavaciones en el sitio y sacaran a la luz una rica y variada muestra de fauna pleistocenica. 

El lugar captó el interés de diversos especialistas, incluso extranjeros como los doctores Ruth Gruhn y Alan Bryan, quienes acudieron a la zona con la intención de evaluar las evidencias reportadas, entre los que destacan restos óseos de un mastodonte (Stegomastodonte) junto a otros de megafauna, tales como: el armadillo gigante (Gliptodont), la pereza gigante (Eremotherium), el caballo (Equus), la macrauquenia (Xenorhinotherium), la tortuga (Chelonia), la llama (Paleolama) y el oso de hocico corto (Arctotherium). 

Pero el hallazgo más importante es la pelvis de un mastodonte con una punta de flecha incrustada en ella y que, según fechamientos geológicos y de radiocarbono, remonta a unos 13.000 años A.C. evidenciando así la presencia humana en nuestras costas -estado Falcón- en una época muy anterior a la establecida inicialmente por los arqueólogos, aportando nuevos e importantes elementos y poniendo en duda la tesis sobre la expansión humana en América vigente hasta el momento. 

El manantial en el 2010
Tras casi medio siglo del descubrimiento del manantial, el 20 de agosto de 2005,  el Ministerio de la Cultura, a través de Instituto del Patrimonio Cultural (IPC), inauguró el Parque Arqueológico y Paleontológico Taima-Taima que ocupa una extensión de 1.480 hectáreas.
  
Llegar en la actualidad al lugar donde hace 13 mil años el cazador sorprendió al mastodonte resulta ser toda una aventura. Luego de abandonar la carretera nacional -hay varios letreros que informan sobre el parque además de una replica del mamífero- se debe viajar por una carretera de tierra por cerca de 15 minutos. 

Una cubierta tensil de estructura metálica, diseñada por el arquitecto Carlos Henrique Hernández, que produce un asombroso e impactante contraste con el paisaje desérticos que lo rodea, indica que se ha llegado al primer parque arqueológico y paleontológico de Venezuela.

Thegy Carros es la encargada de recibir a los turistas, hace algunos años conformó, junto a varios residentes de la zona, una cooperativa que hoy se encarga de mantener Taima-Taima operativa todo el año. La mujer explica detalladamente  a los visitantes la historia del lugar y responde animadamente las preguntas. 

Recuerda orgullosa que su lugar de trabajo es el primer lugar de matanza de mastodontes, excavado y reportado en el mundo entero, lo que lo ubica como un sitio emblemático en la arqueología venezolana y de América. A pesar de que la asociación de artefactos de caza con los restos óseos hallados en el manantial ha sido cuestionada por investigadores, debido a que el agua de la quebrada ha mezclado durante miles de años los estratos geológicos antiguos con otros elementos más contemporáneos, lo encontrado en el lugar mantiene su importancia, sobre todo por la contundencia de su significativa data, que permitió la reconstrucción antropológica de un episodio en la vida cotidiana de antiguos cazadores de Falcón.


Sobre la presencia humana hace 13 mil años en este punto de nuestra geográfica  se han escrito diversas teorías. Sin embargo la más aceptada propone que al lecho de rocas que caracterizan el lugar, y específicamente al manantial que todavía existe, acudían grandes animales a tomar agua y que allí llegaban los cazadores para sorprenderlos, matarlos y sucesivamente descuartizarlos.

Promesas 
Aunque la cubierta que resguarda lo que ya es un patrimonio arqueológico de la humanidad que cuenta el legado cultural de más de 13 mil años, se mantiene operativo y en optimas condiciones, quienes se encargan de abrirlo, limpiarlo, cuidarlo durante las noches y atender a los turistas deben esperar hasta 3 meses por el Gobierno Nacional para poder cobrar por su labor.

Tras ocho años de inaugurado, los residentes siguen esperando por la promesa de convertir la zona en un punto de referencia nacional e internacional, pero la falta de promoción no ayuda, pues la mayoría de quienes llegan a Taima-Taima lo hacen arrastrados por la curiosidad que generan los pocos letreros que se ubican en la carretera nacional Morón-Coro. 

El gobierno proyectó la construcción de un núcleo de desarrollo endógeno que ofrecería todo tipo de servicios turísticos a los visitantes, a la fecha no ha cumplido. 

Fotos: Fernando Pinilla 



miércoles, 16 de marzo de 2011

Personajes curiosos pueblan una isla que recibe a cientos de viajeros



Isla La Tortuga: el secreto mejor 
guardado del Caribe 

Franceses, italianos, portugueses e ingleses, y uno que otro criollo (sobretodo celebridades de alto perfil nacional) llegan en yates exhibiendo las banderas de sus repúblicas y su estatus social

Daniel Murolo 
Revista Dossier
Llegar a este refugio natural lleva seis horas de viaje en un bote que parte de Higuerote. Tras franquear los canales de Carenero y emprender rumbo al noreste, el “Sicania” -embarcación en la que viajamos- pierde la calma y comienza a columpiarse en todas direcciones. 

El museo de las piedras
El viejo bote pesquero, acondicionado por una cooperativa, remonta y desciende las olas del mar Caribe en busca de su destino final: la prístina isla La Tortuga, la segunda ínsula más grande en extensión de Venezuela, después de Margarita. 

Los pasajeros, desparramados en la cubierta, permanecemos en silencio. La mayoría quiere escapar del mareo que produce el porfiado vaivén, que durará al menos seis horas. Pero no siempre se anuncia tempestad. A veces, -cuenta Javier Lli, el capitán- el mar muestra su buen talante y consciente un sereno paseo. Si se tiene suerte, una bandada de delfines se acercará a saludar a los viajeros.

Lli, al mando del Sicania, conduce con destreza el bote sobre las aguas mansas o bravas del mar Caribe. Él y sus hermanos, guiados por su padre, un práctico del puerto de La Guaira, fundaron hace 14 años la cooperativa Isla La Tortuga 69RL, para llevar a puerto seguro a quienes desean emprender el viaje por mar. 

Curtidos marineros con licencia para navegar, reconstruyeron y acondicionaron con sus propias manos esta embarcación y la Oceánica, los yates con los que ofrecen sus servicios turísticos a los temporadistas cada fin de semana, en los que viaje junto a los colegas Johanna Rodríguez y Rommel Flores para conocer lo que es considerado el secreto mejor guardado del Caribe.

Luego de resistir los embates del Sicania, se vislumbra el cayo Herradura, la primera parada de los botes que emprenden el viaje. Poco a poco, la palidez se desvanece de nuestros rostros. Mientras las aguas se calman y se tornan cada vez más cristalinas, olvidamos los rigores de la travesía, y junto al resto de los turistas respiramos profundo mientras contemplamos su naturaleza en todo su esplendor. 

El paisaje es difícil de describir, simplemente alucinante: no hay una sola palmera, sólo montículos de arenas coralinas, un viejo faro, una piscina de agua transparente, un Museo de las piedras y una Virgen del Valle, que protege a los pescadores de los peligros del mar.

Esculturas de piedra y coral
Luis Enrique Narváez, pescador margariteño que ha practicado la pesca artesanal en La Tortuga durante 17 años, es el encargado de recibirnos. El 16 abril de 2007, al llevar a un grupo de turista a bañarse en la piscina natural, tuvo una idea original. 

Recuerda que, aburrido en la playa, mientras esperaba a los bañistas, comenzó a juntar piedras y corales creando tres tortugas que dejaron impresionados a los turistas. Hoy, en el lugar, cercano al viejo Faro y frente a la piscina natural, hay cerca de un centenar esculturas. Luis no sólo nos llevó a contemplar su "museo de las piedras" sino que nos invitó a participar en la construcción de nuevas piezas.

La recomendación: esperar a las 5:30 de la tarde para caminar desde el campamento de carpas, que generalmente es armado cerca de las rancherías de los pescadores, hasta la piscina natural, disfrutar de sus tranquilas aguas y justo a las 6:00, cuando el sol comienza a perderse en el horizonte, llenarse de creatividad para armar las esculturas. 

Las historias de Luis
Luis tiene muchas historias que contar. Este pescador, padre de dos hijos que viven en Margarita y a los que ve cada 4 meses, descubrió su pasión por el mar a temprana edad en el puerto de Punta de Piedras. Allí se zambullía a recoger las monedas que lanzaban los turistas desde el ferry. 

A voluntad, Luis desprende el omoplato del brazo derecho, mientras narra como en uno de sus lanzamientos desde la chimenea de un ferry, “cayó mal” y se fracturó el brazo, desde entonces hace la peculiar demostración a quienes quieren conocer su historia. 

Una cicatriz en el costado izquierdo da pie a otra vivencia. En 1996, ya estando en La Tortuga, perdió uno de sus pulmones mientras buscaba langostas en las profundidades del mar. “Bajé más de 13 metros a buscarla, cuando venía de regreso se me soltó, ya no tenía oxígeno, sin embargo, me regresé a recogerla y fue cuando una arteria del pulmón colapsó”, lo que comenzó como un “pequeño” malestar al respirar, terminó en una intervención quirúrgica en Margarita. Hoy, a pesar de sus limitaciones, no ha perdido su vitalidad.

Punta del Este
Con 155 kilómetros cuadrados de extensión, en La Tortuga hay mucho que ver. Durante nuestro segundo día de estadía, tras desayunar un exquisito pescado preparado por Felipe González, pescador margariteño que junto a sus hijos pasa temporadas de 4 meses en la isla, nos trasladamos en peñero hasta Punta del Este. 

45 minutos lleva el viaje desde Cayo La Herradura. Al llegar una hilera de cerca de 8 casas, cuidadosamente pintadas, sorprende al visitante; Punta del Este posee hoy una naturaleza salvaje, apenas alterada por la presencia de ranchos de pescadores, un puesto de la guardia costera, una pista de aterrizaje y un dispensario. Hoy, algunos potentados han comprado las rancherías y las han convertido en exclusivos refugios de fin de semana. 

Quienes llegan por vía aérea generalmente se quedan en el Rancho Yemayá, se trata de una estructura sencilla, cuidadosamente decorada, con pisos de arena y que además de ofrecer seis habitaciones posee una particular terracita de donde se puede observar el mar. 

Al igual que en Cayo Herradura, a Punta del Este llegan semanalmente decenas de yates y veleros procedentes no solo de Venezuela sino del mundo entero. La playa es mucho más extensa y el mar ligeramente más profundo. 

 Para amantes de la naturaleza
Durante su estadía, los viajeros pueden realizar múltiples actividades recreativas en contacto con la naturaleza. El descanso a las orillas del mar, la pesca de altura, el submarinismo y la observación de aves, son los pasatiempos predilectos. Se pueden realizar paseos por los cayos, bajos, canales, ensenadas y manglares de la isla, en especial a los acantilados petrificados –en los que se observa el cacho de venado; la laguna de Carenero de La Tortuga; las ruinas de la antigua salina; Punta Arenas, su extremo más occidental-, y los cayos Tortuguillo Norte y Sur.

Los viajeros que visiten las playas de la isla La Tortuga deben tener espíritu aventurero y ecológico. Deben saber que allí no encontrarán el confort de los resorts del Caribe. El mayor encanto de la isla, se sabe, reside en su naturaleza salvaje y solitaria.

Distintos grupos ecologistas han sugerido una mayor protección de sus frágiles zonas naturales. La Tortuga, a pesar de la inconsciencia de algunos visitantes desalmados que contaminan sus vírgenes espacios, ha sabido resistir, más o menos intacta, el acoso del tiempo: en sus 155 kilómetros de costa, conviven en paz una gran variedad de peces, crustáceos, algas marinas y aves residentes y migratorias, algunas endémicas. Si se anima a conocer el paraíso en la tierra puede contactar con Cooperativa Isla La Tortuga 69RL a los teléfonos: 0424-2732032 / 0414-2732032 o al www.islalatortuga.com.ve.

Agradecemos al Teniente de la Guardia Nacional, Carlos Alarcón Vegas, comandante del Puesto de vigilancia costera de Carenero, al Sargento segundo José Parado Echenique y el cabo segundo David Rojas Linares, por la colaboración prestada durante nuestra estadía en La Tortuga, igualmente a los pescadores que, desinteresadamente, nos trasladaron a diferentes puntos del archipiélago.

Un poco de historia
Alonso de Ojeda y Américo Vespucio atracaron en la isla en 1499 y le dieron su nombre tras observar una gran cantidad de tortugas marinas en sus playas. Refugio de piratas en el siglo XVII, fue una de las moradas del corsario Henry Morgan.

Desde sus costas, el intrépido navegante galés, al servicio de la corona inglesa, preparó sus invasiones a los principales puertos de Venezuela. Los marineros holandeses explotaron sus salinas y fueron sus primeros habitantes extranjeros. En 1631, los colonos españoles de Cumaná los expulsaron y dinamitaron la salina, en un intento desesperado por evitar los temibles ataques piratas.


Fotos: Daniel Murolo 

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