Solo un pensamiento...


Las palabras dichas son llevadas por el viento y olvidadas la mayoría de las veces, pero las escritas no conocen de tiempo, son perennes. En honor a ellas; algunos de mis trabajos. 





jueves, 24 de marzo de 2011

El ánima de una mujer en pena espanta a los petareños



El “Espanto de Petare” recorre sus 
calles desde la época de la Colonia


Daniel Murolo 
La Región 
Cuando un caraqueño piensa en Petare, usualmente se imagina el tránsito, el gentio y los buhoneros de la Redoma. Muy pocos conocen que a pocos pasos de allí, casi que refugiado en su colina, se halla el Casco Colonial. Con casi 400 años de historia, esta población fundada en 1627 guarda entre sus estrechas calles algo más que edificaciones centenarias. 

Propios y extraños narran historias que se han convertido con los años en leyenda urbana. Aunque se desarrollan en diferentes puntos de Petare, tienen una sola protagonista: una mujer blanca, alta, de larga y oscura cabellera, que recorre durante las noches las calles. 

Una “Carrerita” al pasado
Alberto Cuevas, taxista caraqueño con más de 10 años en la actividad, cuenta que una noche al pasar frente al Museo de Arte Popular “Bárbaro Rivas”, lo detiene una bella mujer. “El día estaba frío y lluvioso, sin embargo la pasajera llevaba puesto un hermoso vestido corto de color gris”. Ella le pide que la deje pocas cuadras más adelante, “frente a una casa de color amarillo que se ubica poco antes de llegar a la entrada principal del cementerio local”.

Cuevas al recibir el dinero por la “carrerita”, siente que la mano de la mujer está helada. Preocupado porque en esos instantes llueve y hace frío, le ofrece su chaqueta, la cual ella acepta muy agradecida. “No recuerdo exactamente lo que dijo, sólo voltió a mirarme y tomo la chaqueta entre sus brazos... sus ojos negros me impactaron mucho”. 

Recuerda que la mujer le indicó que podía ir a recogerla a Las Flores 1245, donde al día siguiente se encontraría. “El día señalado, fui a buscar la chaqueta... eran cerca de las 6:30 de la tarde, deambulaba por las calles cercanas donde recogí a la dama el día anterior, buscando la dirección que me entregó”.

Cuevas se encuentra con un transeúnte, al cual le consulta por la mencionada dirección, le contesta que esa calle existe, pero que está en el cementerio. “Me intrigó lo que me dijo el vecino, pero no por ello me asuste, porque podía ser perfectamente la veladora del cementerio o la esposa de alguno de los vigilantes”, entró al camposanto, comenzó a caminar buscando, hasta que finalmente dio con la calle y la numeración.

“No se trataba de la garita de seguridad del camposanto, se trataba de una tumba marcada con el número 1245, sobre ella estaba mi chaqueta”, recuerda Alberto. Al retirarla, su impresión fue aún mayor: en la lápida estaba la foto de la difunta, la misma joven que el día anterior había llevado en mi taxi. La fecha de muerte: 10 de marzo de 1997, “pleno verano, por ello sería que no iba vestida acorde para aquella lluviosa tarde de invierno en Caracas”.

Para el infiel 
Aunque la experiencia de Alberto es de data reciente, hay otras historias que, aunque ocurrieron hace algunas décadas se mantienen “frescas” entre los habitantes de Petare, gracias a que han pasado de generación en generación. 

Josefina Nieves, con 75 años de edad, recuerda perfectamente la historia que cuando tenía 10 años narraba su abuela. “Una noche Don Jaime se escapó para encontrarse con su amante, en medio del camino se sorprendió al ver que la mujer venía a su encuentro, aunque le extrañaba su caminar tambaleante, corrió detrás de ella, pero al llegar a su casa la mujer siguió de largo”. 

Desconcertado, narra Nieves, Jaime le dijo: pero bueno, ¿qué pasa, para donde vas?. “Cuando volteó, se encontró con una mujer blanca con cara de muerte, dientes afilados y enormes uñas como garras. Espantado por la visión, emprendió la huida desesperado hacia su casa, mientras el ánima lo seguía”.

- Logró escapar y al llegar a su vivienda, ubicada adyacente a lo que es hoy el Teatro César Rengifo, se encontró con su suegra despierta, quien al verlo tan agitado le preguntó que le ocurría... aunque él le aseguró que había salido un momentico a orinar, su suegra siempre supo lo que realmente la había ocurrido: se había topado con el “Espanto de Petare” por ser infiel.

Desde la conquista
Nieves asegura que son miles las historias locales que tienen por protagonista el espanto de una mujer. “Siempre son las mismas características: alta, joven, cabellera oscura, rostro que oculta en la oscuridad... lo único que cambia es la vestimenta y el lugar del pueblo en el que fue vista”. 

Recuerda que su abuela siempre les narraba los cuentos que su bisabuela echaba de Petare. “Del mercado a la plaza, de la Iglesia ´Dulce Nombre de Jesus´ a la casa de Doña Carmen, los primeros habitantes de la zona se recogían antes del toque de queda de medianoche”. 

Tras la conquista, los moradores de esa época aseguraba que con el campanazo de las doce, una mujer vestida de blanco, se aproximaba por el oeste en medio de la ligera neblina que en invierno suele cubrir la zona. 

“Iba de una calle a otra, sin seguir un patrón específico, pero siempre con rumbo a la Plaza Mayor. Allí se arrodillaba y besaba el suelo. Unos aseguran que flotaba; otros, que no tenía rostro. Son pocos los que la vieron, sin embargo. La mayoría, han escuchado su quejido lastimero. Y con éste, han tenido suficiente”.

Estas leyendas, que durante los últimos tres siglos han sido narradas entre los petareños, forman ya parte de la historia de este pedazo de Caracas que fue fundado en 1621 como “pueblo de Doctrina de Indios”, con el objetivo de evitar el maltrato de los aborígenes por parte de los encomenderos.

Los cuentos sobre espantos forman parte de nuestra literatura oral, pasando de generación en generación y causando las mismas impresiones que alguna vez tuvieron nuestros ancestros. Son muchos los que narran historias asombrosas y espeluznantes como las que aquí se han desarrollado.

Y aunque muchos aseguran que la mujer que ha sido vista en el Casco Colonial del municipio Sucre no es más que “La Sayona”, un relato originario de los llanos que data de la época colonial, los que se han topado de frente con ella son enfáticos al reseñar que se trata del “Espanto de Petare”. 

1 comentario:

  1. Jejeje, estas historias de "espantos" son como un oasis costumbrista en medio de la impacable realidad. :)

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