Solo un pensamiento...


Las palabras dichas son llevadas por el viento y olvidadas la mayoría de las veces, pero las escritas no conocen de tiempo, son perennes. En honor a ellas; algunos de mis trabajos. 





lunes, 21 de marzo de 2011

Una docena de momias habitaron la “sultana de Caracas”


Doctor Knoche: El Frankenstein de El Ávila 


Ese hermoso pulmón vegetal que adorna la costa del Litoral Central, guarda numerosas historias de castillos y científicos poco conocidas por la mayoría, pero con un rico valor patrimonial; entre estas destaca la del médico Knoche, nacido en el siglo XIX, que inventó un milagroso líquido embalsamador con el que momificó docenas de cuerpos, incluyendo el propio


Daniel Murolo 
La Región
La acción del Ávila partió en dos la historia del litoral central en diciembre de 1999, pero quiso la naturaleza que la furia de la montaña no tocara, para nada, los espacios donde, en plena serranía, vivió y tuvo su sitio de trabajo el médico alemán Gottfried Knoche, quien se dedicó, además de atender a sus pacientes en forma gratuita, a estudiar el proceso de la momificación y practicarlo. 

De la hacienda “Buena Vista”, hoy en día, sólo quedan las ruinas, como consecuencia del paso del tiempo, el olvido y el frecuente “trabajo” de vándalos y estudiantes de medicina y química que andan tras la “famosa y milagrosa fórmula”, aún desconocida, que permitía momificar los cuerpos sin quitar ni una sola de las vísceras.

El misterio del Ávila
Gottfried Knoche nació en 1813 en Halberstadt, Alemania. En 1837 se graduó de médico cirujano en la Universidad de Friburgo. En 1840 llega a La Guaira por invitación de la numerosa colonia alemana residente en el Litoral Central. Una vez asentado, trae a su esposa. Ejerce como doctor en esa ciudad y se gana la fama de persona caritativa, al atender a pacientes pobres sin cobrarles.



En 1845 recibe la revalidación de su título, por parte de la Universidad Central de Venezuela. Fue co-fundador del Hospital San Juan de Dios durante el gobierno del general Juan Crisóstomo Falcón, convirtiéndose posteriormente en director de este centro de salud entre 1854 y 1856.

Amante de la naturaleza, durante sus primeros tiempos en La Guaira, Knoche solía hacer largas excursiones a caballo hasta las montañas de Galipán. La perspectiva fascinante que ofrece el Litoral desde lo alto del Picacho, y su fresco clima debieron ejercer en él fuerte atracción. Quizá fue así como nació su idea de adquirir un terreno en la zona con el fin de pasar en ella los fines de semana. Más tarde, con el pretexto de que a su esposa no le “prestaba” el calor de La Guaira, se mudó definitivamente a El Ávila.

Se dispuso entonces a edificar una casa como las de la “Selva Negra”, con material que fue transportado desde La Guaira a lomo de mulas. Eduardo Rooswaag, quien visitaba “Buena Vista” a mediados del mismo año 1925 junto con un grupo de excursionistas, hizo una interesante descripción de las hermosas plantaciones que rodeaban la casa: “naranjos en flor, toronjas, aguacates, tamarindos y una variedad de catleyas en su invernadero, rosas y claveles... Hacia la parte posterior tenía el doctor Knoche su laboratorio de experimentación, muy ventilado y espacioso”.



Y es precisamente en ese lugar donde reactiva sus experimentos con un líquido momificador de su invención que había ensayado ya con algunos animales. Al morir su esposa, el médico alemán considera que ha llegado el momento de probarlo en seres humanos y le inyecta el líquido en la yugular, lo cual impide que el cadáver entre en descomposición. 

Dentro del mausoleo, Knoche construyó seis criptas o sarcófagos de mármol y vidrio, donde fue colocando a los habitantes de la casa que iban falleciendo. Los cuerpos de su esposa, su hija, su yerno, la enfermera Amalia Weissmann y el propio doctor Knoche permanecieron allí varios años.

El guardián 
En uno de sus frecuentes viajes a La Guaira tuvo noticias del fallecimiento de José Pérez en el hospital, antiguo soldado de la guerra federal, cuyo cadáver no fue reclamado. Por la noche, el médico alemán lo montó en una mula, trasladándolo cuesta arriba hacia su casa, donde lo sometió al tratamiento momificador. Contrariamente a lo que se suponía, en lugar de dejarlo al lado de su difunta esposa, le puso un raído uniforme y tras colocarle un viejo fusil, lo fijó a la entrada de la casa a fin de que “inspirara respeto”.

Pero así como se hablaba de esos personajes anónimos, Knoche tuvo también “clientes” de renombre: el expresidente venezolano Francisco Linares Alcántara y Tomás Lander, personaje célebre de la Caracas del siglo XIX y fundador junto con Antonio Leocadio Guzmán del periódico liberalista El Venezolano. 

Sus familiares conocieron a través de un amigo las virtudes del misterioso líquido embalsamador de Knoche y solicitaron al médico que momificara el cuerpo. Una vez concluido el proceso -con el cuerpo ya vestido y maquillado por sus deudos- sentaron a Lander en un escritorio a la entrada de la casa, situada en la esquina de La Pedrera. Allí estuvo casi 40 años, hasta que el gobierno de la época exigió a los descendientes del difunto inhumar a su momia, la cual fue sepultada en el Cementerio General del Sur.



El famoso médico murió en su finca de El Ávila el 2 de enero de 1901. Para la llegada de su propia muerte, Knoche había previsto que fuese la enfermera Amalia Weissmann la encargada de suministrarle el suero momificador, dosis que dejó preparada.

Se llevó el secreto
Atraídos por la leyenda, buscadores de oro cavaron infinidad de hoyos, destruyendo completamente la casa. Algunas de las paredes exteriores, los marcos de las puertas de la entrada principal, la caballeriza, un tanque, el laboratorio y el horno de la cocina son los últimos vestigios de la misteriosa posesión de El Ávila.

El vandalismo debió florecer al morir la última persona, que fue el ama de llaves. En aquella tétrica mansión vivía aún, rodeada de muertos, la señora Amalia Weissmann. En julio de 1926, poco antes de expirar, llamó al cónsul alemán, quien subió acompañado por el señor Carlos Henrique Reverón y, tras escuchar de la anciana el secreto de aquella mansión, le pidió que, como último deseo, tomasen posesión de la casa y sus restos fuesen incinerados y arrojadas las cenizas al mar.

Historia o leyenda
Entre las muchas historias que rondan la leyenda del doctor Gottfried Knoche destaca el caso del cadáver que se negó a ser momificado. Los testimonios que cuentan el suceso revelan que era usual que los cuerpos de los muertos no reclamados en la morgue del hospital San Juan de Dios eran llevados a lomo de burros y mulas hasta la hacienda del conocido médico.

En una ocasión, un occiso era llevado cerro arriba por los arrieros; en un tropiezo de las bestias, el cuerpo se soltó de las amarras y se desprendió por un farallón. Por más que buscaron, el cadáver no fue encontrado nunca.

Otra historia refiere que el médico no sólo embalsamaba a los humanos; aplicaba su fórmula “milagrosa” para disecar a sus mascotas y preservarlas a la vista.

Igualmente, la leyenda cuenta del caso de una persona que fue a visitar la casona después de clausurada y se tomó lo que pensaba era una bebida alcohólica; como consecuencia de su imprudencia quedó petrificado.

Tiempo después, ese cuerpo fue confundido como uno de los trabajos póstumos del alemán. Verdaderas o falsas, estas historias ya forman parte del imaginario litoralense.

Datos curiosos:
* La palabra alemana Knochen significa ‘hueso’.
* El doctor Knoche y las ruinas son también conocidas como “Canoche”.
* Según la investigación realizada por los sociólogos venezolanos Andrés Eloy Sánchez y Alessandra Occhino, las hermanas Josefina y Amalia Weissmann tenían apenas 10 y 2 años de edad, respectivamente, cuando llegaron a La Guaira, lo cual hace imposible que fuesen ya enfermeras o que hubiesen trabajado en Alemania con el doctor Knoche, como se ha afirmado erróneamente.
* Según el historiador Guillermo José Schael, Gottfried Knoche era primo de Amalia Weissmann. Cabe suponer que también lo era de Josefina.
* El desaparecido Hospital San Juan de Dios de La Guaira estaba ubicado junto a la Catedral San Pedro Apóstol.

5 comentarios:

  1. Excelente mi pana en mis inicios en el periodismo tuve la oportunidad de visitar las ruinas del Dr. Knoche, fue una experiencia única y verdaderamente sorprendente, hecho que desprende diversas histórias de propios y extraños sobre lo que con el transcurrir del tiempo y la difusión oral ha permitido su vigencia. A medidados de los 90 recuerdo que el lugar donde se alzaban las criptas y el mausoleo era sitio de encuentro de los llamados santeros, curiosos y espiritistas, así como de personas de mal vivir agregando al paseo un toque mas que de suspenso, en un encuentro cercano con el que para muchos es el veradero lado oscuro de la sociedad, pero sin caer en diatribas sociales, políticas o religiosas, estoy convencido que las Ruinas de Knoche en el lado norte del Ávila, subiendo por la carretera de Galipan desde Macuto debe ser un lugar digno de explotar turistícamente, ademas que en el camino se puede hacer una parada en el Museo de las Piedras Marinas Soñadoras de Zoe, un sitio de recogimiento e igualmente mítico

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  2. La historia del Dr. Knoche, siempre interesante. Daniel, me gustan mucho tus reportajes de corte histórico como éste y unos cuantos otros que he encontrado en el blog. Saludos.

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  3. Muchas gracias Juan Carlos, que bueno que te gusten este tipo de reportajes al igual que los relatos de "fantasmas", aunque no es la fuente que cubro a diario en el periódico (hago política), disfruto mucho investigando y redactando. Un abrazo

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  4. Buenísimo daniel; esta historia me encanta, desde la primera vez que la escuche; vamos a tener que hacer una excursión tipo caminata entre panas, entrenamiento, compartir, etc...hay muchos corredores que nunca en su vida han escuchado esta historia...justo en mi último artículo en el diario, nombre la historia...saludos hermano.

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  5. Daniel, genial el post!!! Súper completo, aún estoy alucinando y la imaginación rodando con todo lo que vi y tus datos! Wow

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