Solo un pensamiento...


Las palabras dichas son llevadas por el viento y olvidadas la mayoría de las veces, pero las escritas no conocen de tiempo, son perennes. En honor a ellas; algunos de mis trabajos. 





lunes, 14 de febrero de 2011

Un tesoro yace escondido en la cavidad del “Peñón de San Corniel”


La cueva encantada del último rey 
indígena de los Altos Mirandinos


Daniel Murolo 
La Región 
La lluvia de aquella noche de agosto de 1567 no ahogó el sonido de la batalla. A los pies del “Peñón de San Corniel”, a pocos metros de la entrada a la cueva en la que descansaba el Cacique Guaicaipuro, Francisco Infante y Sancho del Villar masacraban a los veintidós flecheros que protegían a su jefe. 

Tras una resistencia heroica por parte de los indígenas, quienes se negaban a perder el territorio heredado por sus ancestros, finalmente esa fatídica noche el capital Diego de Lozada logró su objetivo: asesinar a Guaicaipuro. Finalizaba el enfrentamiento que duró siete años y se iniciaba una leyenda, la del inmortal Cacique que sacrificó su vida por defender su tierra. 

Han pasado 442 años, y lo que era una pequeña comarca habitada por menos de 50 familias indígenas, es hoy una ciudad con más de 200 mil habitantes. Aún así la cueva en la que se refugió Guaicaipuro sigue intacta, protegida por lo que muchos aseguran es un “encanto” que impide la revelación de sus secretos.

El tesoro del último Rey
Pocos se han atrevido a explorar la caverna. Se trata de una cavidad de tres metros de ancho y cinco de alto ubicada en la base del “Peñón de San Corniel”. Aunque hay quienes reseñan que una vez dentro el camino se estrecha y se encorva en forma de hoz, dirigiéndose hacia la izquierda hasta terminar en una hendidura, los habitantes de la zona aseguran que es tan profunda que se comunica con los Valles de Aragua.

Una de las leyendas asegura que el Cacique construyó la cueva para esconder de los españoles un tesoro. “Guaicaipuro excavó, con la ayuda de otros indios, una cueva tan profunda que llega a La Victoria. Allí escondió gran cantidad de oro”, narra Silvestre Santaella, habitante del sector Guareguare.

“Una vez los españoles, persiguiéndolo, tomaron como rehén a su hija y amenazaron con matarla si no revelaba el paradero de su padre. La muchacha, atemorizada, dijo dónde se escondía el Cacique. Su padre la mató por haber revelado su paradero. El oro, sin embargo, no puede sacarse de la cueva”, aclara Santaella, agregando que hace tres años un hombre intentó sacar el tesoro de la cueva, pero esta se oscureció totalmente. “Oyó una voz -sin ver a nadie- que le advertía que devolviera el oro. Sólo cuando lo hizo, regresó la claridad y pudo hallar la salida”.

Pero hay otra historia, más arraigada en el saber popular de la región, que indica, tal como nos lo narró Raimundo Camacaro, que el jefe indio asesinó a su hija con un hacha para impedir que se casara con un español. “Por eso es que en la plaza que le rinde tributo en Los Teques, se observa una estatua en la que se le ve de pie, empuñando un hacha, y a sus pies el cuerpo sin vida de su hija”.  

Sin importar cual sea la versión que se obtenga de la vida de Guaicaipuro, todas convergen al señalar que el jefe indio utilizó la cavidad que se encuentra en el referido cerro para esconder un tesoro que era buscado por los conquistadores. 

“El jefe indio tapó la mina para que los españoles no la encontraran. Mató a su hija para que no la agarraran los extranjeros y éstos lo mataron por no entregarles el oro”, resume Camacaro, quien no duda en asegurar que Guaicaipuro era el Rey de los indios, el Mayor. “Fue el último rey, puesto que después de su muerte ya no hubo más reyes indígenas”.

La cueva prohibida
La leyenda asegura que el “encanto o maldición” hace que animales, como tigres, abejas y culebras, resguarden desde hace 400 años el sitio, haciendo muy peligroso para quienes pretendan entrar allí.

Estas fueron las historias que alentaron a William Sambrano, en septiembre de 1999, a entrar a la cueva, en compañía de dos amigos, a investigar que tan real era la leyenda del tesoro. “Llegamos al lugar cerca de las nueve de la mañana, tras caminar por una carretera de tierra 15 minutos, llegamos finalmente al punto donde se debe abandonar la vía y adentrase en la monte”.

- No había un sendero para seguir, caminamos entre una maleza que nos cubría completamente, en un terreno empinado... frente a nosotros, como una inmensa catedral, emergía de entre los árboles el famoso Peñón de San Corniel, el cual sirve de techo a la cueva. 

Sambrano asegura que tras discutir varios minutos con sus compañeros para acordar el camino que debían seguir, finalmente, llegaron a la boca de la cueva. “Es inmensa e intimidante, la oscuridad es total, por lo que utilizar linternas es obligado”. 

En su interior -asegura el joven- pudieron ver tallado sobre las piedra jeroglíficos que aparentemente fueron hechos por los aborígenes. “Recuerdo que tras caminar unos cinco minutos, por arte de magia dejaron de funcionar simultáneamente las tres linternas, seguidamente una brisa helada, proveniente del interior de la cueva nos envolvió, nadie dijo nada, simplemente dimos la vuelta y comenzamos a caminar buscando la salida”.  

Al salir de la gruta, justo en el punto de donde se divisan las majestuosas montañas que conforman los Altos Mirandinos, nos percatamos de algo que nos dejó congelados: habíamos estado -según nuestros relojes- cerca de tres horas allí adentro, para nosotros no habían sido más de 45 minutos. 

En un hecho más reciente, ocurrido a finales de 2006, un grupo de jóvenes que pretendían entrar a la gruta fueron atacados por un enjambre de abejas. “Ellos narraron que muy cerca de la cueva, los envolvió una brisa fría, seguidamente un silencio profundo invadió el lugar el cual fue roto abruptamente por el zumbido de las alas de miles de abejas que los atacaron”, recordó Cleo Sambrano, vecina de San Corniel. 

El suceso fue de tal magnitud, que efectivos del Cuerpo de Bomberos del Estado Miranda se desplazaron hasta el lugar para rescatar al grupo de chicos.

Otra de las historias recientes, ocurridas en la zona, es la de dos muchachos que aseguran haber escuchado un rugido en el momento justo cuando se disponían a entrar. “Estábamos probando las linternas cuando escuchamos ese espantoso sonido, aún hoy no sé como describirlo, podría jurar que se trato del rugido de un tigre, pero en esa zona no hay de estos animales... quedamos tan impactados que echamos a correr sin voltear”, narró Carlos Mujica.  

Para los habitantes de la tierra del “último rey indígena”, no hay duda: la cueva que sirvió de refugio al Cacique está encantada. “La naturaleza se ha encargado de proteger el mayor secreto de los Altos Mirandinos: el Tesoro de Guaicaipuro”.  

4 comentarios:

  1. excelente relato..., estoy dispuesto a ir.. me gustaria saber su ubicacion exacta.

    ResponderEliminar
  2. Yo te llevo 04143247775
    fui el 26/10/2018
    Las abejas no me dejaron entrar.
    volvere pronto.

    ResponderEliminar
  3. Escribeme a este correo estoy interesado en esta expedicion

    ResponderEliminar
  4. A mi tambien me gustaria ir 04142011707

    ResponderEliminar